Las personas ponemos un gran empeño en gustar a los demás, gastamos más energía de lo normal en estar a la altura de los demás, pero en cambio nos olvidamos de que lo importante en esta vida, no es estar a la altura de los demás, sino a la altura de nuestro propio ser, siguiendo el criterio de lo que nos dicta nuestro interior, independientemente de lo que los demás piensen.
Poner nuestra mente, cuerpo y sentimientos al servicio de agradar a los demás, hace que vayamos perdidos si rumbo alguno, porque el camino que seguimos no es el camino natural que la vida nos ofrece para que poco a poco vayamos evolucionando como seres, sino que seguimos un camino que solamente nos lleva a bailar al son que nos marcan otras personas.
En el momento que somos conscientes de que por muy perdidos que vayamos, nuestro camino ha de ser el que dicta nuestro corazón, es cuando solamente necesitamos un pequeño paso en ese nuevo y autentico camino, para sentirnos grandes sin necesidad de que nadie nos diga que somos grandes.
Cuando nos sentimos fríos y vacíos, la lamentación no ha de ser el siguiente paso, sino que la pregunta de que es lo que nos esta pasando y porque nos empeñamos en ir detrás de las personas para que llenen ese vació, gastando nuestra energía en ser quienes no somos, solo por agradar a esas personas.
No hay peor disfraz que el que uno se pone solo para gustar, sin que para el no haya ningún disfrute, porque si aun con las lecciones de la vida, nos empeñamos en disfrazarnos, al menos lo deberíamos hacer con un disfraz que nos guste.
La vida que se nos concedió cuando nacimos, fue para que la viviéramos absolutamente a nuestra manera, todas esas normas y limitaciones que nos hemos ido encontrando al crecer, simplemente son pruebas para que las saltemos, demostrando que no hay limite real que nos impida ser nosotros mismos.
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