El apego es un pequeño mal del que nadie nos libramos, es muy difícil no acabar apegandonos a las cosas que tanto nos gustan, parece ser que no abundan y por ello queremos retenerlas en nuestra propia vida. Nuestro desapego a todo lo que retenemos es el primer paso a nuestra libertad interna y externa.
Pero tanto las personas, como las cosas y experiencias de la vida, tienen el destino de ser reemplazadas por otras, porque aunque parezca esta forma de pensar algo fría, lo cierto es que detrás de ella hay una acción más de amor que de nada, ya que dejar que tanto las personas, cosas y experiencias sigan su curso, es más que nada un acto de amor.
Pero lo cierto es que cuando retenemos algo que quiere marchar, en nuestro interior también retenemos energías que se han de marchar, para dejar que vengan otras mejores y renovadas. No debemos de olvidar que toda acción negativa en nuestras vidas, repercute negativamente en nuestro interior, dejando su marca.
Cuando nos cuesta tanto dejar marchar a lo que tanto amamos, debemos de ser conscientes de que parte de ese amor se ha transformado en un egoísmo que quiere aprisionar con nosotros eso que tanto amamos, por eso debemos de hacer esa nueva acción de dejar marchar, esa acción que volverá a llevar el amor a nuestras vidas, dejando que lo que nos rodea siga su curso.
Nuestra vida es un gran espacio, un espacio que tenemos que llenar con lo que más nos gusta, pero nunca debemos de permitir que en ese espacio no haya una puerta donde dejar salir y entrar las cosas libremente, un espacio que ha de ser un hogar donde no se retiene a nadie, porque se quiere y se respeta a todo que entra y sale.
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